La fantasía erótica, un medio para…


En relación con la sexualidad, la fantasía, el juego y el erotismo en general, funcionan como sustitutos del deseo y de la misma práctica sexuales -ya que es imposible tener sexo, desear o enamorarse cada cinco minutos o siempre que apetezca-. También como recursos que nos afianzan como seres sexuales, siempre que esa fantasía no se dé en un contexto moral represor, en cuyo caso ejercerá más bien el rol de desahogo de otras potencialidades del individuo. Obviamente, en ese plano individual, la fantasía erótica sirve para 'ponerse a tono', para ayudar a excitarse, solos o en pareja. Y cuando no hay pareja 'a mano', sirve para ensayar mentalmente experiencias potenciales que posteriormente, a raíz de un encuentro sexual real, podrán por ello vivirse más satisfactoriamente y con mayor seguridad en sí mismo/a. Fisiológicamente son un potente recurso de retroalimentación entre la mente y el cerebro, resultando a veces fruto de las descargas hormonales de éste, y otras veces recogiendo estímulos externos, recreándolos y vertiéndolos al cerebro para suscitar tales hormonas. Con ello se le transmite al individuo la sensación de que es tiempo para el sexo, aunque sea para la autosatisfacción: y es que ésta es la actividad más frecuentemente acompañada por fantasías eróticas -sobre un 90% de adolescentes de ambos sexos tienen fantasías eróticas durante esta práctica-.

Mejor sin ninguna presión moral.
Cuando de forma frecuente, equilibrada, desinhibida y sin trabas ni represiones se van alternando estos mecanismos al nivel de cerebro-pensamiento-hormonas, la persona tendrá la capacidad potencial de reconocerse como un ser sexual. En la superficie, esto se plasma en que tanto hombres como mujeres, durante sus actividades diarias cotidianas, pueden llegar a fantasear en multitud de ocasiones mientras realizan todo tipo de actividades, especialmente las más rutinarias como trabajar, conducir, hablar por teléfono, ducharse, pasear, … incluso teniendo sexo con la pareja. Pero cuando el cerebro no está preparado ni ejercitado para ello, cualquier estímulo erótico , incluso aplicado en los mismos genitales, llevará a no sentir placer sexual. La moral, educación y valores recibidos, deben permitir también el flujo de esos mensajes cerebro-mental-hormonales, no ver en ello algo subversivo, un peligro de disolución de sus normas, valores o costumbres, como ha ocurrido en el pasado -y sigue ocurriendo aún en muchas partes-. En las sociedades avanzadas esto ha evolucionado en el último siglo, sobre todo si lo focalizamos en la mujer. Hasta hace pocas décadas, y todavía hoy día, muchas mujeres no se reconocían del todo como seres sexuados y sexuales, con plena capacidad para la mirada y la motivación eróticas, debido a condicionamientos sociales. Esto les llevaba a confundir o reconducir sus fantasías sexuales como fantasías románticas, y de hecho hace apenas 30 o 40 años, al preguntárseles, muchas de ellas no reconocían sus propias fantasías eróticas como tales. Los hombres y la sociedad en general creían que las mujeres no tenían pensamientos sexuales ni necesidad de ellos, y mucho menos de carácter perverso o retorcido. Afortunadamente, ahora ellas tienen tantos pensamientos, deseos o ensoñaciones sexuales como los hombres. Y se está asumiendo no sólo que son algo completamente normal, sino que son saludables ya que pueden enriquecer o hacer más satisfactoria la propia vivencia, sensorial y afectiva, de la experiencia sexual.

Con qué fantasea nuestra libido.
¿Qué determina tal o cual tema en una fantasía sexual? Sin duda lo que más pesa en su elaboración son las experiencias o sensaciones recolectados desde muy temprana edad, incluso antes de la pubertad y, dependiendo de su fuerza, las fantasías que de ahí deriven pueden llegar a ser recurrentes a lo largo de la vida de la persona. En segundo lugar está el influjo de los aconteciminentos y relaciones interpersonales cotidianos, incluyendo aquellos detalles a los que de forma consciente parece que hemos prestado poca atención. Generalmente no podemos cambiar lo que nos excita o nos frustra sexualmente; una vez que un tema o motivo "se imprime" en nuestra mente como sexual o erótico, reaparecerá muchas veces a partir de entonces. Aunque la mente racional predomina en el estado de vigilia, tanto el estado de ensoñación o fantaseo como el de sueño propiamente dicho recuperan, desde el inconsciente que sí los ha percibido, detalles de la cotidianeidad cargados de simbolismo y los incorporan a sus elaboraciones. La mente inconsciente, cuando se expresa lo hace principalmente en el terreno de lo simbólico/emocional.

Fuente: Casanova, Juan. “Las fantasías sexuales”. (Abril 2010) http://tusexualidad.info/garganta-profunda/las-fantasias-sexuales/gmx-niv62-con679.htm [Consulta 06 Abril 2010]

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